jueves, 12 de febrero de 2009

W.B. YEATS Y UN POEMA DE AMOR



William Butler Yeats es considerado como el poeta inglés de mayor celebridad en el siglo XX, escoltado con excelencia por T. S. Eliot.
Cada 14 de febrero, Día de San Valentín, algunos recuerdan uno de los simbólicos poemas de amor escritos por Yeats, Ephemera (Efímera). Este es el poema  en el texto original inglés y en su traducción al español.


EPHEMERA

"Your eyes that once were never weary of mine
Are bowed in sorrow under pendulous lids,
Because our love is waning."
And then she:
"Although our love is waning, let us stand
By the lone border of the lake once more,
Together in that hour of gentleness
When the poor tired child, Passion, falls asleep.
How far away the stars seem, and how far
Is our first kiss, and ah, how old my heart!".
Pensive they paced alontg the faded leaves,
While slowly he whose hand held hers replied:
"Passion has often worn our wandering hearts."

The woods were round them, and the yellow leaves
Fell like faint meteors in the gloom, and once
A rabbit old and lame limped down the path;
Autum was over him: and now they stood
On the lone border of the lake once more:
Turning, he saw that she had thrust dead leaves
Gathered in silence, dewy as her eyes,
In bosom and hair.
"Ah, do not mourn", he said,
"That we are tired, for other loves await us;
Hate on and love through unrepining hours.
Before us lies eternity; our souls
Are love, and a continual farewell."

EFIMERA

"Tus ojos que antes nunca se cansaban de los míos
agobiados de pena están, bajo párpados pesados,
pues nuestro amor decae."
Y ella respondió:
"Aunque decae nuestro amor, parémonos
junto al solitario borde del lago otra vez,
unidos en esa hora de dulzura,
cuando ese pobre niño cansado, Pasión, cae dormido.
Qué distantes parecen las estrellas, qué lejano
nuestro beso primero y ¡ay, qué viejo mi corazón!".
Pensativos caminaron entre las hojas marchitas,
mientras él, que tomaba sus manos, con calma respondió:
"La pasión a menudo fatigó nuestros corazones vagabundos".

Los rodeaban los bosques; las hojas amarillas
caían cual tímidos meteoros en la sombra, y una vez
un viejo conejo cojeó por el camino;
le llegaba el otoño: y ahora ellos estaban
otra vez en la solitaria margen del lago:
volviéndose vio que ella había apartado hojas muertas
en silencio juntadas, húmedas como sus ojos,
en su seno y cabello.
"Ah, no llores -dijo él-
porque estemos fatigados, pues otro amor nos aguarda,
sigue odiando y ama durante horas de aflicción.
Ante nosotros yace la eternidad; amor son
nuestras almas, y un adiós interminable."